domingo, 28 de febrero de 2010

Acción de gracias

Una vez leí de un héroe medieval que continuó luchando con su espada en una mano mientras se aguantaba los intestinos deshechos en la otra. Me atreví a insinuar que, por grandes que fueran mis desgracias, yo todavía no había llegado a este punto, al punto de tener que continuar luchando con los intestinos en la otra mano, y que por tanto no podía quejarme. Hubo quien se rió de mi estoicismo. Por ello, pienso que si hoy digo que quiero dar gracias por las comodidades materiales que en nuestro mundo solemos dar por descontado: tener un techo, una cama, electricidad, agua corriente, calefacción, provisiones en la nevera... y por no tener que salir de casa a media noche con las manos en la cabeza porqué la tierra tiembla o hay un incendio o una bomba, si digo que doy gracias por todo ello, estoy segura que habrá quien me saldrá diciendo que soy una burra, que todo el mundo tiene derecho a un hogar, que eso se da por descontado, que dar gracias (¿a quién?) es hacer el triste papelote. Ya me lo han dicho alguna vez, de hecho. Me da igual. Yo doy gracias.

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