Me he fijado que una de las cosas que las personas de menos posibilidades
económicas más envidian de los que ellos creen que son privilegiados son...
¡las mariscadas! (O cierto concepto ideal de lo que ellos creen que es una
mariscada!).
Poder permitirse mariscadas, o envidiar las mariscadas que pueden
permitirse los demás, parece que es una de las fronteras naturales que
distinguen a las personas y las separan unas de otras... No tanto entre
privilegiados y no privilegiados, sino entre envidiosos y envidiados...
Es una manera muy simple de ver las cosas, pero eso existe, y no creo que
jamás ninguna mariscada haya sido tan disfrutada en la realidad como lo son las
mariscadas en la cabeza de los que las envidian...
* * *
Y, volviendo al tema de los envidiosos y los envidiados, yo no envidio las
mariscadas de los demás, sino que lo qué me parece envidiable es el hecho de
poder disfrutar ganándose el pan con un trabajo que guste, una dedicación que
haga saltar de la cama cada mañana con ilusión y rebosante de ganas de ponerse
a ello... ¡y remunerada! Para mí esto sería la máxima cosa a envidiar, y no la
tontería esta de las mariscadas...
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