martes, 19 de abril de 2011

Autosabotage

Aparte de mi enfermedad mental, hace poco que he sabido que sufro los síntomas otra enfermedad de nombre muy extraño y que muy poca gente tiene, entre ellos algunos científicos famosos. Por decirlo lisa y llanamente: un principio de subnormalidad. Esta enfermedad, que tengo desde que era pequeña, se manifiesta en mi con la imposibilidad de reaccionar si me hacen daño. No quiere decir que no sienta el dolor, simplemente quiere decir que mi cara no reacciona al dolor, sobre todo al dolor psicológico. Cuando estaba en el instituto una compañera lo resumió con un “no pareces humana porqué no tienes reacciones”. Algo que me hizo mucho daño que me dijera pero que me tragué como si nada. Soy incapaz de reaccionar ante el daño que me hacen los demás, sobretodo ante el dolor psicológico, que es el que siempre me ha dolido más, me lo trago todo. Pero, que mi cara no reaccione como lo haría otro ser humano cualquiera no quiere decir que yo no sienta el dolor como lo siente otro ser humano. Y, precisamente porqué no puedo expresarlo, me duele mucho más.

Esto me ha pasado siempre, pero no ha sido consciente de ello hasta hace poco. Esta también es la razón por al que no tengo amigos como la gente normal, o no los tenía cuando estudiaba: nadie quiere ser amigo de alguien que no expresa sus emociones. Sufriendo una petrificación así es muy difícil crear lazos de empatía con los demás.

Hubo una época de mi vida en que la gente se empezó a dar cuenta que podía hacerme daño y que yo no me quejaba, y empezó una carrera entre la gente que me conocía para ver si alguien, haciéndome daño, conseguía hacerme reaccionar. (Lo hacían con la mejor de las intenciones, evidentemente.) Llamo a esta época de mi vida “leña al mono que es de goma”, y sólo se acabó cuando finalmente conseguí apartarme de todo el mundo para que no me hicieran más daño, aunque evidentemente yo no sabía qué me pasaba, ni que les pasaba, ni podía expresarlo. Ni tan solamente era consciente de ello.

Podría explicar diversos ejemplos de la etapa “leña al mono que es de goma”. Por ejemplo, yo iba a un gimnasio de artes marciales. La propietaria decidió como una cuestión personal que debía hacerme reaccionar, y convenció al maestro del arte marcial, un día que en clase no había ninguna otra chica, que me placara fuerte, que hicera un combate conmigo del arte marcial haciéndome todo el daño que pudiera (y me lo hizo, ya lo creo que me lo hizo) a ver si yo reaccionaba. Lo hizo, no porqué me quisieran hacer daño: sólo querían conseguir que yo reaccionara, creían (como han creído tantas otras personas a lo largo de mi vida) que hacerme daño para hacerme reaccionar era su derecho y su deber e incluso su obligación. Fue un combate desigual entre una niña de quince años contra un hombre hecho y derecho de cuarenta, y sólo recuerdo como yo daba golpes que se quedaban pequeños y que se estrellaban inútilmente contra una pared de acero, mientras él me daba golpes fortísimos, pero tampoco lo suficientemente fuertes para que el resto de la clase fueran conscientes que me estaba agrediendo de verdad -como yo no me quejé, nadie dijo nada, no sé si todos estaban  implicados en el “experimento” o qué-. Quiero decir que no me dejó sangre ni moratones, pero me dejó unas secuelas psicológicas que todavía ahora me duran. El hecho de no poder expresar aquello fue un arma de destrucción masiva para mi espíritu sensible. La propietaria del gimnasio hacía poco había puesto aquella sustancia de poner calientes a los cerdos en la bebida de un amigo mío en una cena del grupo. Era este tipo de persona. Lo suyo era hacer un servicio a los demás.

Me lo tragué, no fui capaz de reaccionar, pero mi vida tuvo que continuar como siempre, como si nada hubiera pasado. Aquello debía pasar por los alrededores del año 1992. Después de la agresión (ellos estaban convencidos que intentaban hacerme un favor) empecé a hacerme autosabotage (inconscientemente): dejé de esforzarme en los estudios y mi vida empezó a irse al garete. Esta es la razón por la que no tengo estudios universitarios (aunque los empecé) ni nunca he tenido trabajo de acuerdo con mi capacidad: desde el año 1992 me he estado haciendo inconscientemente autosabotage. Y todo empezó por aquella “agresión blanca” que por culpa de mi incapacidad para expresar el dolor me tragué.

De esto no me he dado cuenta hasta hace poco.

También me he dado cuenta que, si tengo tanta facilidad para expresarme por escrito es porqué tengo los síntomas de esta enfermedad y mi organismo necesita expresarse de una manera u otra, ya que no puede hacerlo por un canal humano normal.

Y, me diréis, todo lo que  has hecho estos años, los trabajos, las relaciones, han estado presididas por el autosabotage, pero... ¿el blog también es autosabotage? Pues sí, me sabe mal decirlo pero también lo es, porqué sé que nunca me servirá para nada práctico, ni para publicar un libro ni para ganarme la vida escribiendo, y sirve más para ponerme en evidencia que para otra cosa. El hecho que pierda el tiempo dedicándome en cuerpo y alma a un blog que debería ser sólo un hobby y que no me llevará a conseguir ningún objetivo palpable en el mundo real en que vivo también es parte del autosabotage... aunque me gusta mucho hacerlo, pero si me lo he permitido es porqué siempre ha sido evidente que no existe el peligro real que me sirva para nada que contradiga el autosabotage. Como mínimo ha sido así hasta ahora.


(En referencia a este “leña al mono que es de goma”, en el cual yo me sentía, querría aclarar que no me refiero a violencia física –excepto en el caso ya mencionado-, sino a agresiones emocionales: risas, burlas, gestos de ridiculización, críticas, insinuaciones, indiferencia... gritos, presiones y alucinaciones de ser universalmente rechazada. Una tortura mental que viví durante mucho tiempo y que puso la semilla de mi enfermedad mental.)

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