sábado, 19 de marzo de 2011

La honorabilidad de ser normal

En uno de los primeros posts de este blog (bueno, del Blog de una lectora; empecé hablando de libros) fue comentar un texto que se titulaba El cuado vacío que había aparecido en el número de octubre de 2005 en la revista Qué Leer. En este texto, quizá un poco duro, se denunciaba el bajo nivel cultural de los escritores de nuestro país, y de decía que el nivel cultural en literatura no es innato y que necesita convivir con la música, con la pintura y las conversaciones cultas.

No sabéis como me ha hecho romper la cabeza eso de ser consciente que hace falta tener habitualmente conversaciones de un cierto nivel intelectual si se quiere ser una persona que escribe con un poco de categoría.

Por decirlo amablemente, ni en el pueblo donde vivo ni las personas de mí alrededor tiene habitualmente lo que se podría llamar “conversaciones cultas”. Como mucho, hablar de sexo, dinero o fútbol. Y del tiempo, evidentemente. Y criticar mucho a los vecinos. (Los jóvenes de drogas y los viejos de medicinas y enfermedades). No quiero decir con eso que la gente de mí alrededor sean inferiores por ello. A cada cual le interesa lo que le interesa. No puedes pedir a un barrio de trabajadores que se reúnan a en la plaza del pueblo a hablar de Rodin, y tampoco han sido educados para tener otros intereses, han tenido que ganarse la vida, y eso no es demasiado compatible con según qué veleidades. De todos modos, si yo ahora insultara a la gente de mi pueblo por no ser capaces de interesarse por temas elevados no haría nada más que devolverles la pelota por haberme hecho sentir mal durante años por estar interesada en otras cosas y no ser “normal”, por haberme marcado con un estigma. Pero no lo haré eso de devolverles la pelota. Antes había envidiado a la gente que era “normal” y yo había querido ser “normal” y estar unida con los otros normales por el absurdo vínculo de la normalidad, que sabe sin que nadie se lo diga como y cuando debe burlarse de la gente que somos diferentes para encajar en el grupo. Pero ha pasado el tiempo y he cambiado de opinión. No puedes exigir a alguien que está inmerso en la lucha por la supervivencia que se interese por mucho más. Incluso los ricos del pueblo son campesinos ricos y no personas con una cultura elevada, aunque vayan más bien vestidos que los demás. (En mi pueblo, el “ir bien vestido” es una religión.)

O sea que tener conversaciones cultas con la gente de mí alrededor es bastante difícil, por no decir imposible, y estoy segura que con eso del blog alguien habrá que aprovechará para hacer befa de mí por eso que acabo de decir. La única excepción honrosa la constituyen unos cuantos libreros y las pocas personas que se acercan a hablar con ellos de vez en cuando. Son las únicas personas del pueblo que yo sepa con quien se puede tener una conversación más allá del sexo, el dinero o el fútbol. Y más allá del tiempo. Y más allá de criticar a los vecinos. Tampoco conozco a todo el mundo. Si hay más gente, es bien poca... No digo eso para criticar o para hacer quedar mal a nadie. Simplemente... lo pongo como ejemplo para ilustrar la falta de “conversaciones cultas” en mi vida, y por decir que estoy tan acostumbrada a hablar sólo de los temas que toca que no sé si sabría, de tener una conversación culta con alguien que estuviera preparado más allá de todo eso. Una vez un profesor mío me dijo que yo no estaba preparada para tener una conversación intelectual con un hombre maduro, que como mucho podría ser capaz de satisfacerle sexualmente...

Por eso, si quiero subir mi nivel como escritora y quiero tener conversaciones cultas, ¿dónde debo ir a buscarlas? Pues en la radio, evidentemente. Pero en la radio la mayoría de veces sólo hablan de fútbol, se debe buscar bien.

Hay un programa en Catalunya Música el domingo por la noche, una entrevista a una persona relacionada con el mundo de la música... Aquello es el ejemplo de conversación culta que a mí me gustaría ser capaz de tener con alguien. Pero incluso de programas de estos en la radio hay pocos... Quería dar fervientemente las gracias a Joan Vives y a su programa Solistes por ayudar a subir el nivel intelectual de mi vida (y del país) y haberme dado algunas de las sesiones de radio más felices de mi vida. Este programa ha sido mi refugio y mi lilimento, mi ventana de carne y hueso al mundo de los libros. ¿Vosotros creéis que hay alguna otra persona en este pueblo de gente adecuadamente normal y como se debe ser que escucha este programa? Y que no sea músico... entiendo que sea indispensable para los músicos... pero... alguien que no esté en el mundo artístico... Si hubiera alguien me sorprendería mucho. Y no porqué el programa no sea fantástico, sino porqué la gente no acostumbra serlo, de fantástica...

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