miércoles, 14 de julio de 2010

La aventura de la vida de cada día

Me acuerdo una vez que fuimos de vacaciones a la bretaña francesa con unas amigas, y se nos ocurrió que queríamos unas aceitunas rellenas de anchoa. Entramos en un supermercado... ¡y no había aceitunas rellenas de anchoa! En vez de eso había unos paquetes enormes de aceitunas completamente verdes y con hueso que nos echaron para atrás sólo de verlas. La única vez que había ido a un supermercado en un país extranjero había sido en un viaje de final de curso a Hungría, cuando Hungría todavía era un país medio comunista. Los supermercados comunistas eran realmente para ponerse a llorar, supongo que ahora ya no deben ser así. Pero Francia no es un país donde pasen necesidad y en el supermercado había muchas cosas, sólo que eran cosas diferentes de las que yo estaba acostumbrada a encontrar en el supermercado (no era un supermercado para turistas como los de Perpiñán, era un supermercado para la gente que vivía allí). Este simple hecho, el hecho de haber de comprar marcas que no conocías, alimentos que no conocías en envases que no conocías, me angustió muchísimo, mucho más de lo que sería razonable, y quizá es una de las razones por las que no he viajado más. Yo no he ido a ninguna parte y no me esperaba que un supermercado pudiera ser una sitio donde no encuentras lo que te esperas. No pasamos hambre, claro, en aquel viaje, al final encontramos cosas, incluso fue divertida la exploración, pero me quedó la angustia de la primera impresión, como una especie de terror a los productos indescifrables. A mí me gusta ir al supermercado de siempre con mi lista de siempre y encontrarme allí lo que me encuentro siempre y comprar lo que compro siempre. No es un temperamento demasiado adecuado para las grandes aventuras... Ya entiendo que explicar que te angustia ir al supermercado en un país extranjero porque los productos son diferentes pueda parecer una solemne tontería. Aunque hay quien puede encontrar divertido explorar cosas nuevas soy consciente que muchos encontraran la exploración de un supermercado completamente irrelevante y algo indigno de ser considerado una “aventura”... Ahora, nada tranquiliza más a mi espíritu que no tener aventuras en este sentido, nada no me tranquiliza más que poder ir cada semana al supermercado de siempre y encontrarme allí las misma cosas de siempre y mis aceitunas rellenas de anchoa de siempre. Y ya sé que eso no es demasiado “enrollado”...

1 comentario:

Anabel Rodríguez dijo...

Siempre te queda el consuelo de que la Cocacola lo es aquí y en el extranjero... aunque claro, ¿quién se alimenta de cocacola? Pufff.
Un saludo