sábado, 13 de marzo de 2010

La obligación de escaparnos

Por lo que se ve, ahora llega semana santa, y eso significa que habrá mucha gente que se marchará de viaje. Yo nunca me he ido de viaje por semana santa. Ni tampoco por navidad o en verano. Simplemente, no voy de viaje. Primero de todo es una cuestión de presupuesto: los que aguantan financieramente mi vida no consideran que ir de viaje sea una de mis necesidades básicas, y por tanto el níquel no fluye por este lado. Sólo faltaría que, además de vivir del cuento, ¡tuvieran que financiarme las escapaditas! Con que me cubran las necesidades básicas es suficiente, y todavía gracias. Nos hacen creer que somos libres para ir donde queramos, pero si no tenemos dinero no podemos ir a ninguna parte, y para obtener dinero debemos ser competitivos dentro de las reglas del sistema. Por tanto, sólo tenemos la posibilidad de ser libres para ir donde queramos una vez hemos obedecido. Bonita libertad. Sí, sí, pero es suficiente para la mayoría. Algo tienen las escapaditas aquí y allá que eso sea lo que la gente más busca en la red, quiero decir los que no buscan aquello que todos sabemos. Viajar, y además bien de precio. Como si nadie supiera que para viajar y pasarlo bien de verdad (quiero decir sin pasar incomodidades) debes estar dispuesto a dejarte una pasta en ello. Quiero decir que para ahorrar, ya ahorro en casa. Si alguna vez me marchase alguna parte me gustaría ir a lo grande. Viajar a “lo pobre” sólo puede hacerse si eres muy joven y no te asustan las pulgas. Con la edad, todos nos volvemos extrañamente adictos a aquello que es más confortable. Este es el primer punto, la cuestión económica. Pero hay otro nada desdeñable: la compañía con la que se hace el viaje. En un viaje normalmente una incomodidad u otra se debe sufrir, e ir a sufrir incomodidades sólo puede ser divertido con la compañía adecuada. También se puede viajar sola, claro, pero yo no tengo ni el temperamento ni la capacidad para eso. Sé que para marcharme lejos necesitaría alguien en quien apoyarme. No me gusta que sea así, pero lo es. Lo bonito del viaje es tener con quien compartirlo. No es donde vas, sino con quien vas. Pues segundo inconveniente: no tengo a nadie con quien ir a pasar incomodidades pudiera ser divertido. Otra buena razón para quedarse en casa y para no luchar para conseguir “financiamiento” para emprender una aventura viajera. Hay más razones, pero me quedaré con estas dos que me parece que son las principales y que todo el mundo puede entender sin demasiado esfuerzo. Pues no, no me iré de viaje esta semana santa. Y ni ganas, tú.

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