Algo que se aprende leyendo los Ensayos de Montaigne es qué, si se
hace con gracia, es posible hablar interminablemente de uno mismo, y no caer en
la impertinencia. Este señor estaba solo y hablaba de sí mismo, simplemente.
Hablar sólo de uno mismo, si se hace en alguna circunstancia social, podría
parecer de mala educación, incluso podría parecer de una incontinencia verbal
imperdonable. No se aconseja acaparar toda la atención todo el rato ni hacerse
pesado explicando batallitas en las circunstancias sociales.
En cambio, escribiendo se recomienda escribir solamente de lo que se
conoce... y, ¿podemos conocer sinceramente algo que no seamos nosotros mismos?
Las personas que no tenemos a nadie que nos escuche atentamente y todo el
tiempo que nos haga falta, pero que no sabemos pasar sin hablar
interminablemente de nosotros mismos, pues escribimos. Una reacción bien
natural, por otro lado, ante la natural indiferencia del mundo.
Los pesados sin auditorio, estos, somos los que escribimos. Y nada más
natural que hablar interminablemente de nosotros mismos en nuestra escritura. Y
si eso se consigue hacer con cierta gracia o no, esto ya seria harina de otro costal...
* * *
A mí, hablar de mí misma es algo que me encanta. Pero no siempre tengo
auditorio... o simplemente quien me escuche. La escritura primero, y el blog
después, han venido a salvarme... Ya puedo hablar interminablemente de mí
misma... y tener quien se lo lea. (O eso espero, como mínimo). Y,
reconozcámoslo... hablar de uno mismo es el gran deporte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario