Es difícil que de la poesía se hable con el glamour del último juguetito electrónico (sea este un móbil, un lector electrónico, una tableta o una consola de videojuegos), porqué la poesía no hace ganar dinero a nadie.
La poesía no tiene glamour porqué no está anunciada en los mass-media mediante el sexo y el lujo.
Pero, la publicidad, para explicar el sexo y el lujo, a veces usa recursos estilísticos propios de la poesía (el desnudamiento conceptual, por ejemplo); no en vano la publicidad es un oficio subliterario, como decía Auden.
¿Os imagináis a un poeta del siglo XVI anunciado como si fuera un nuevo, glamouroso y exitante juguetito electrónico de última tecnología?
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